Situaciones de trabajo, separaciones dolorosas, inconvenientes con el estudio, desempleo, problemas económicos, peleas con familiares o amigos, trámites largos que no se resuelven… En fin, son muchas las situaciones de la vida cotidiana que pueden estresarnos.
A todo esto, hay que sumarle también el particular momento histórico que estamos atravesando, donde no terminamos de salir de una pandemia mundial que ya se ha iniciado una guerra.
Está claro que en un contexto de crisis económica generalizada el estrés es mayor, por temor a quedarnos sin empleo, o porque no alcanza el salario o hace mucho tiempo que no encontramos trabajo.
Lógicamente, vivir con tensión permanente perjudica nuestra calidad de vida. Y, en la mayoría de los casos, el cuerpo no es ajeno a esta situación.
Se conoce como alopecia nerviosa a la caída del pelo provocada por altos niveles de estrés y es un problema cada vez más recurrente en hombres y mujeres.
Es un flagelo para prestarle atención porque ataca el 70% de los folículos pilosos de la cabeza, incluidas las zonas de la nuca y los laterales, lugares mucho más resistentes a otros tipos de alopecia.
Afortunadamente, en la mayoría de los casos es un problema temporal porque el estrés, muchas veces, se debe a una situación temporal (desempleo, separaciones, examen universitario, etc.).
De todas maneras, no deja de ser una gran preocupación porque a nadie le gusta ver cómo su pelo se va cayendo.
Es por eso por lo que en este artículo te explicamos por qué se cae el cabello por estrés, cuáles son los síntomas más frecuentes y qué es lo que puedes hacer al respecto.
¿Por qué se cae el pelo por estrés?
Vivir con elevado estrés contribuye al aumento en los niveles de cortisol (hormona esteroidea), lo que ralentiza y dificulta la circulación de la sangre en el cuero cabelludo. Esto genera que los folículos se debiliten y esto lleva a que el pelo se empiece a caer.
A esto hay que agregarle que las personas que están constantemente tensionadas y preocupadas tienen dificultades para dormir, problemas en la alimentación, no hacen demasiado ejercicio y, en ocasiones, tienen malos hábitos de consumo que pueden fomentar la alopecia, como fumar tabaco o beber alcohol en exceso.
Todos estos efectos colaterales derivados de vivir con enorme estrés contribuyen indirectamente a que el pelo se caiga.
Es difícil establecer un patrón en común entre las personas con alopecia nerviosa porque está fuertemente influenciada por situaciones particulares, que no todos atravesamos de la misma manera.
Vayamos a un ejemplo claro: una separación. Hay gente que en apenas unos meses supera la ruptura, mientras que a otros es un proceso que les lleva varios años.
O la situación de un examen decisivo en la universidad, algo que muchas personas padecen varias semanas antes del día de la prueba.
Además, la personalidad y, principalmente, la capacidad de cada uno para superar problemas será determinante para la gravedad de la alopecia nerviosa.
Tipos de alopecia causados por estrés
Al margen de las causas que generan la pérdida de cabello, se pueden diferenciar tres tipos de alopecia nerviosa:
- Efluvio telógeno: sucede cuando hay una alteración que causa la entrada en fase de reposo de los folículos pilosos, lo que se traduce en una masiva caída del cabello.
- Tricotilomanía: es un trastorno psíquico causado por una altísima ansiedad que hace que la persona se arranque su propio pelo. También puede ser desencadenado por sentimientos de extrema soledad y tristeza.
- Alopecia areata: en este caso, el sistema inmunológico reacciona al excesivo estrés atacando los folículos pilosos y previniendo su crecimiento.
¿Qué hacer frente a la alopecia nerviosa?
La almohada repleta de pelos, el sumidero de la ducha completamente tapado, mechones de cabello en el cepillo… cualquiera de estas manifestaciones son un claro reflejo de que algo no anda bien con nuestra cabellera.
Afortunadamente, a diferencia de otros tipos de alopecia, en este caso suele ser un problema temporal y reversible.
Lógicamente, lo que hay que hacer en estas situaciones es atacar directamente el principal inconveniente: el estrés.
Cuando los niveles de ansiedad se estabilizan, el cuero cabelludo deja de estar afectado y el pelo recupera su ciclo de crecimiento normal.
Claro que dicho así parece algo muy sencillo, pero la realidad es que va a depender de la causa del estrés y, por supuesto, de las características propias de la persona.
Si la situación es sumamente compleja (el duelo por una separación, largos períodos sin trabajo, problemas con malos hábitos de consumo, etc.) la alopecia nerviosa puede tomar mucho tiempo en sanar y, en consecuencia, dejar severas consecuencias para la cabellera.
De todas maneras, hay distintos tratamientos altamente efectivos para terminar con la caída del cabello.
Una de las soluciones más efectivas es el procedimiento de plasma enriquecido de plaquetas, una técnica de regeneración capilar que consta de microinyecciones en el cuero cabelludo que reactivan y normalizan el ciclo de crecimiento del pelo.
En cualquier caso, frente a un caso de alopecia nerviosa, siempre la principal recomendación es acudir a un profesional que pueda diagnosticar y trabajar sobre el problema.
Lógicamente, será un psicólogo quien tendrá que ayudar a la persona a controlar las situaciones que le están produciendo estrés en exceso.
Si se logra hacerles frente a estos estados, en la mayoría de los casos será suficiente para que el pelo vuelva a crecer.
Pero hay situaciones en las que también tendrá que intervenir un médico o nutricionista, ya que la raíz del problema puede estar en la alimentación o en inconvenientes relacionados a la salud.
Si la caída capilar no se detiene, lo más probable es que se recomiende empezar un tratamiento especial como el que explicamos anteriormente.
De todas maneras, lo más importante a tener en cuenta es que la alopecia nerviosa es temporal y perfectamente reversible.
Eso sí, ante la aparición de los primeros síntomas, procura consultar a especialistas para evitar que el problema se agrave.